La labor del entrenador formativo en contexto.
En los últimos años las escuelas de fútbol en
nuestro país han venido presentando un
crecimiento sostenido. Algunas de éstas inician su funcionamiento a partir de
inversiones millonarias en infraestructura, tecnología y publicidad; otras
acondicionan pequeños y sinuosos terrenos baldíos que no fueron diseñados cuando se
construyeron para operar como una escuela de fútbol. Ya sea en el caso de las
grandes academias que invierten
importantes cantidades en su infraestructura o pequeñas escuelas de los barrios
marginados de las ciudades, el elemento verdaderamente indispensable para
garantizar la calidad en la enseñanza de los niños y niñas, es el staff técnico: su fuerza de trabajo, el
entrenador.
Este aumento de escuelas de fútbol, academias, centros
de formación, clubes o como se les llame, se ha traducido también en una nueva
opción de empleo para muchos entrenadores y entrenadoras de todas las edades,
con antecedentes laborales y niveles socioeconómicos muy diversos, que muchas
veces no han encontrado un trabajo estable
y que por su propia voluntad o por el arrollador
poder que tiene el fútbol, han decidido abandonar parcial o totalmente sus
actividades para dedicarse a ser entrenadores formativos de fútbol.
En este contexto también se incluyen jóvenes futbolistas
que truncaron su carrera por diversos motivos, ex futbolistas profesionales,
estudiantes y egresados de las carreras de Educación Física o Entrenamiento
Deportivo, y más aún, de las Escuelas Nacionales de Directores Técnicos (ENDIT)
que desde 1992 a la fecha han venido aumentando de forma incontrolada.
Sin embargo como lo cita Ángel Díaz
Barriga “la docencia es una de las tareas educativas menos reconocidas y
consecuentemente menos apoyadas” (1984: 115) y en este sentido el entrenador de
fútbol formativo no es la excepción.