por Tomás Guasch
periodista AS Madrid.
El Barcelona es el club más rico del fútbol español y seguramente está entre los cuatro más poderosos de Europa. También es una secta. El barcelonista es un tipo orgulloso de sí mismo, de su pasado y tiene una obsesión común: el Real Madrid. Hasta la llegada de Cruyff al club, primero como jugador y luego como técnico, muchos discutían si el mayor goce del hincha del Barsa era que su equipo ganara o que perdiera el Madrid.Con Cruyff cambió todo. El Flaco que llegó en el 74 después de ganar tres veces la Copa de Europa y una Intercontinental a Independiente, enseñó al Barsa a ganar. A los dos meses de estar en el Barcelona condujo al equipo hasta su resultado más glorioso de todos los tiempos: un 5-0 en el Bernabeu que, dicen, aceleró la muerte del gran patriarca de los Blancos.Pero nada tuvo parangón con el Cruyff entrenador. Ayer nos explicó que en el fútbol de hoy sobran tiza y pizarra y faltan rondos. Un rondo es ese jueguito donde un grupo de jugadores se pasa la pelota en círculos y el más boludo, en medio, trata de arrebatarlo. A base de rondos, el Barcelona ganó 4 veces el campeonato y una vez la Copa de Europa. Correr es de cobardes, sostuvo siempre Cruyff, que jamás concibió cómo un equipo puede entrenarse sin la pelota.Anoche, 100.000 histéricos barcelonistas estuvieron en su homenaje pendiente y a pocos les importó el 2 a 0 del Barcelona actual, con goles de Kluivert y Giolvanni. El cuadriculado, altivo y seguramente estúpido Van Gaal no entendió cómo cien mil personas, cien mil, aclamaban a un grupo de ex futbolistas -entre los que estuvieron Koeman, Bakero, Beguiristain, Michael Laudrup, Soler, Cantoná, De la Peña, Zubizarreta y Stoichkov- hasta el punto de hacer que su Barsa, el de ahora, fuera el visitante en el Camp Nou.A la gente se la puede engañar un tiempo con futbolistas que corren, con mediofondistas al mando de Rivaldo. Pero la memoria es asesina: cuando Koeman, Laudrup y Stoichkov tengan 60 años y Cruyff setenta y tantos, habrá 100.000 personas dispuestas a llenar un estadio y gritarles que con ellos lo pasaban de joda.Cruyff fue un genio. Anoche demostró que lo será siempre.Unas 30 televisiones de todo el mundo estuvieron al lado del jugador-entrenador que, como dijo un día Angel Cappa, decidió pararse en una época en que todos corrían, y siguieron corriendo. Cruyff fue capaz de dominar la velocidad. De darle al emergente fútbol fuerza de los 70 un sentido estético y bello. Toda esa filosofía que manifestó como jugador la aplicó después desde un banquillo. La tarde de su vida, en Wembley, cuando el Barcelona iba a enfrentarse a la Sampdoria en la final de la Copa de Europa del 92, sus jugadores cuentan que en la charla técnica del día tuvo tres palabras: Salid y disfrutad.Y disfrutaron. Un gol del gordo Koeman llevó al Barsa hasta la locura y puso a Cruyff en el altar de los escasos mortales que ganaron el máximo título continental europeo como jugador y como entrenador.Eso y mucho más le reconoció Barcelona entera a un genio al que sólo le faltó ganar el Mundial. Se lo impidió la Alemania del 74. A la cita de Menotti 78 no acudió. Dicen las malas lenguas que porque estaba peleado con media Holanda y porque su olfato de viejo sabueso le advirtió que Argentina en Buenos Aires, aquel entonces, era como subir al Himalaya descalzo: una cosa inaccesible.Tan peculiar es este Johan Cruyff que el de ayer fue el primer partido de homenaje. Falta otro que se celebrará el 6 de abril en Amsterdam. Allí se vestirá con los colores del Ajax. Los que se puso a los 10 años cuando era sólo el hijo flaco de un frutero que se murió demasiado pronto y sólo vio desde el cielo lo que su hijo era capaz de hacer con la pelota. Cosas que sólo hace un hijo de la gran puta. Eso no lo digo yo. Eso lo dice siempre un tal Alfredo Di Stéfano