Minicuento: Omar el formador que exageró

Por Armando Anaya
Fragmento del libro "365 cuentos y relatos de fútbol para todas las edades"



Omar era un joven entrenador que le gustaba leer todo lo que encontraba acerca del fútbol infantil. Trataba de estar actualizado en métodos de entrenamiento, psicología infantil, recursos didácticos, etc.

Sus jefes al verlo tan interesado en su trabajo, le encomendaron la tarea de ser el entrenador del equipo de niños de quinto y sexto de primaria que participaría en la liga municipal.

El equipo comenzó a funcionar, a sacar buenos resultados y a mantenerse entre los que más niños tenía durante los entrenamientos. Llevaba un partido empatado, cinco ganados y un perdido hasta que esa vez le tocó jugar contra el último de la tabla de posiciones. Se trataba de un grupo de niños que vivían en una colonia pobre que no lograban quedarse todavía con algún partido ganado porque siempre se reclamaban entre ellos; si le anotaban gol al portero más de uno se disgustaba y literalmente quitaban a su compañero del arco y sustituían al portero, si el defensa pifiaba un pase, sus compañeros en vez de luchar por el balón, reclamaban airadamente hasta la desesperación. Así pasaba cada ocho días y en todos los partidos. En cambio el equipo de Omar era abismalmente distinto. Los niños se respetaban e iban a los partidos a divertirse. Lo demás venía casi siempre en consecuencia.

En esa ocasión el equipo de Omar ya iba ganando tres a cero en el primer tiempo por lo que optó por hacer todos sus cambios: a los niños que siempre jugaban los cambió por aquellos que casi nunca completaban los cotejos y quiso con esto ser equitativo. La idea de Omar simplemente era que todo su equipo viviera la experiencia de ganar desde adentro de la cancha.

De pronto, de forma inesperada Pablito, un defensa lateral de los recién ingresados le propinó una brutal barrida al delantero adversario que de inmediato provocó la molestia de Omar: “Profe expúlselo” –le sugirió calladamente al árbitro‑­­ quien extrañado le hizo caso y lo sacó. El partido continuó sin más novedades pero los padres de sus niños no iban tan felices como en los demás partidos. Algo había pasado.

En efecto, los papás de Morales y de Chincoya –titulares indiscutibles hasta antes de la llegada del profe Omar al equipo- estaban sumamente molestos con el entrenador no nada más porque había sacado a sus hijos, ¡sino porque los había sustituido en lugar de niños que apenas estaban en etapa de iniciación!

A la siguiente semana Omar volvió a golear a su adversario y volvió a sacar ahora a otro par de niños comúnmente titulares y volvió a ingresar a Pablito. Ahora los papás de estos otros dos niños se sumaban a las decisiones del entrenador de sus hijos y nuevamente le aplicaron la ley del hielo a Omar al final de encuentro.

El lunes antes de comenzar el entrenamiento a Omar lo estaban esperando los directivos: “Estamos muy apenados contigo pero todos los papás se vinieron a quejar de ti…” Extrañado Omar respondió: “Pero ¿De qué? Dicen que te falta mucho carácter, que no sabes plantear los partidos, que a los niños no les gustan tus entrenamientos y que lo peor de todo es que cuando haces cambios en los partidos, el equipo se desdibuja…”. De hecho están pidiendo que sea el papá de Chincoya quien los dirija para los cuartos de final. “Ustedes ¿Qué les contestaron?” Extrañado preguntó.


Omar tomó sus cosas y se regresó a su casa sollozando y preguntándose una y otra vez a sí mismo: ¿Habré exagerado?