EL MITO DE QUE EL PROBLEMA DEL FÚTBOL FORMATIVO ESTÁ EN LA FALTA DE OPORTUNIDADES





Por Armando Anaya


Las carencias de los entrenadores formativos están presentes en prácticamente todas las modalidades. Ello nos hace reflexionar acerca de los cuadros docentes que están enseñando a éstos futuros entrenadores formativos, con qué competencias están saliendo, en qué están especializados y sobre todo con qué aspiraciones profesionales están llegando a laboral a sus centros de trabajo.

La oferta motriz dirigida a un público infantil y juvenil es muy limitada y además sumamente elitista. Si acaso encontramos pequeños centros de activación y estimulación temprana entre los que destacan "Gymboree" y uno que otro club deportivo privado que cuenta con clases infantiles de diversa índole para sus socios.

Habrán algunas familias que tengan tanto la visión como el recurso económico para llevar los lunes a su niño a las clases de tenis, el martes a las de pintura, el miércoles a las de fútbol, el jueves al inglés y el viernes a la natación, por decir un ejemplo. Pero obviamente no llegan a ser ni el 2% de la población.

Pero una vez pasados los cuatro años, los niños juegan fútbol o juegan fútbol. Casi no hay de otra, y eso no contribuye en nada al propio fútbol formativo. Debemos recordar que el fútbol infantil concentra el paupérrimo mercado de oportunidades de desarrollo  motriz de los niños ya que por decir, por cada escuela de fútbol americano que exista en nuestro país hay 100 de fútbol, por cada escuela de beisbol hay 75, por cada escuela de basquetbol hay 200, por cada escuela de natación hay 500, por cada escuela de voleibol hay 600 de fútbol y así consecutivamente. Y no mencionamos de otros deportes como el balonmano que se practica solamente en algunas clases de educación física y uno que otro colegio particular, el waterpolo, los deportes de pared, gimnásticos, golf para niños, deportes ecuestres, etc.

Desde esta óptica, al concentrarse toda la oferta en el fútbol infantil, se descuida no sólo importantes aspectos de la motricidad, sino también los atrasos e insuficiencias de los entrenadores de este deporte, el fútbol.

Siendo un deporte fundamentalmente practicado y basado en el uso de los pies, los entrenadores formativos rara vez se preocupan por la coordinación de los miembros superiores. El que se llega a acordar lo hace esporádicamente y sin cuidado. 

Pero al margen de eso, el asunto de hoy es que debido a la concentración en una sola modalidad deportiva, los niños crecen y conocen a edades tardías las bondades de otros deportes tanto individuales como de conjunto. 

En México, por eso es común encontrar atletas de alto rendimiento, clavadistas, boxeadores, tenistas, jugadores de baloncesto e incluso triatletas que de niños dedicaron muchas horas a la práctica del fútbol, pero fue en otras modalidades donde encontraron un tipo de satisfacción más completa y el máximo de sus capacidades. 

Alguna vez dijo un ex futbolista mexicano actualmente comentarista televisivo y en ocasiones entrenador, que los jugadores de la selección nacional de Nueva Zelanda contra los que iba a jugar México el repechaje para conseguir el boleto para el Mundial Brasil 2014, habían sido jugadores de rugby de niños o de jóvenes, pero como habían fracasado en su intento por destacar en ese deporte, se conformaron y tuvieron que convertirse en futbolistas profesionales. Pareciera que en México las cosas están pasando igual que el ejemplo anterior, pero entre los niños que practican el fútbol.

Entonces, de acuerdo a estos datos, las escuelas de  fútbol de nuestro país tienen todas las tardes una excedida cantidad de niños entrenando o “aprendiendo” una actividad física en la que probablemente no sean nada destacados, pero por distintas razones (en México la cultura del fútbol la arraigaron los dueños de las televisoras hace muchos años y prácticamente dejaron en el olvido a los demás deportes profesionales practicados en nuestro país) los que los llevan a entrenar desconocen las bondades de los otros deportes.


¿Qué debemos hacer? En caso de que el fútbol siga encabezando está situación, capacitar más a los entrenadores formativos para que realmente le proporcionen al niño un capital motriz de calidad previamente a la práctica especializada. 

Hay niños que viven en el campo y que tienen una coordinación motriz mucho más desarrollada que aquellos que entrenan desde varias temporadas en "escuelas de fútbol". Correr entre la maleza, trepar los árboles, lanzar piedras al aire o incluso llevar a pasear a la ovejas sigue siendo el mejor programa de enseñanza. 



En caso de que las leyes del mercado algún día cambien, entonces deberíamos ofrecer una baraja mucho más amplia a los papás de esos niños que llevan a sus hijos a entrenar, que incluya deportes incluso más emocionantes que el fútbol.