Hacen que juegan pero no se divierten, atienden indicaciones pero no aprenden, llegan temprano pero no valoran, no tienen vicios pero por dentro están llenos de confusiones,.. Eso es el desangelado mundo de muchos niños futbolistas de Fuerzas Básicas.
Estos niños no tienen la culpa de la incapacidad de sus mentores. Se terminan haciendo esclavos de un sistema de entrenadores anticuados que no saben cómo hacer pensar y se escudan en la pedagogía de la obediencia.
Salir de la ciudad de origen por alcanzar el sueño de ser futbolista se reduce con el paso de los días, semanas y meses a un círculo vicioso, a una categórica oración “aprende a cumplir órdenes y no preguntes..” ¿Por qué un círculo vicioso? Porque los padres con tal de que sus hijos conserven su estatus de jugador de Fuerzas Básicas, se tapan los oídos y los ojos, no se dan cuenta de algo más que evidente: el niño ya no se está divirtiendo cuando juega al fútbol, se está convirtiendo en un autómata de las canchas de fútbol donde el lunes es físico, el martes es técnica, el miércoles partidillo, el jueves táctica y el viernes unos minutos de “recreativo” donde a la larga se hace más aburrido que el mismo lunes.
Los formadores se olvidan que la educación futbolística que le den a sus jugadores permeará por el resto de sus carreras. Si continúan siguiendo los arcaicos patrones de formación preestablecidos como normales sin detenerse a pensar siquiera en lo que se están haciendo y en lo que desean sus jugadores, seguiremos en ese mismo círculo vicioso.
La pedagógica del comportamiento homogéneo está terminando con las ganas de ser, bajo la excusa de la disciplina táctica aplicada cada vez a más corta edad.
Los niños hacen lo que les piden por temor a que causen baja, a que se les exhiba como “vatos necios” y al temor al fracaso por más que las psicólogas insistan en la importancia de aprender a trabajar en un ambiento de gestión del error.
Todos estos aspectos han creado adolescentes autómatas programados, que guían su conducta solo por seguir la corriente de unos cuantos; terminan siendo seres humanos sin personalidad, y sin libertad mental.
Dedicado a todos esos miles de niños futbolistas que hoy están en Fuerzas Básicas y que están gritando en silencio “ya no queremos ser máquinas humanas que solo actúan porque lo mismo hacen los demás”.