EL ÍDOLO DEPORTIVO


Por Armando Anaya

Con la expansión de las telecomunicaciones y el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información el conocimiento del acontecer deportivo ha reducido sus distancias al grado de que un aficionado puede enterarse del resultado de determinada justa o encuentro prácticamente en el momento que éste sucede. Hasta hace algunas décadas el atleta o jugador profesional de alguna disciplina de alto rendimiento tenía sus orígenes como cualquier otro niño común. Normalmente de cuna humilde crecían en un ambiente de carencias donde solamente mediante el sacrificio y trabajo podrián conseguir la subsistencia cotidiana. Las familias de éstos muchachos que a la postre se convertirían en ídolos del futuro generalmente eran numerosas, con antecedentes deportivos amateurs o semi profesionales donde el padre tenía un oficio y la madre realizaba las labores del hogar. Aquel joven de cualidades extraordinarias pronto se integraba a jugar futbol o practicar el boxeo contra individuos más grandes lo que lo curtía y en el menor de los casos lo pulía.

En la actualidad las combinaciones se hacen cada vez más complejas en cuanto a condiciones sociales y su relación con su aparición en el deporte profesional. Los colegios católicos (escolapios, lasallistas, salesianos, maristas, jesuítas, franciscanos etc) han jugado también un papel social determinante por ejemplo en la formación y aportación de futbolistas al profesionalismo. Algunos grandes jugadores han comentado (como homenaje) que sus mejores partidos los dieron cuando tenían diez años y fueron representando a sus colegios. Lo que es una realidad incuestionable es que los jugadores profesionales del futuro cada día comienzan su carrera a edades más tempranas, en condiciones tanto a favor como en contra muy diversas y donde no necesariamente los factores carencia, escasez, racismo o discriminación son tan determinantes como en antaño.

Los ídolos deportivos tienen diversas características sociales que pueden resumirse de la siguiente forma:

- Son símbolos de identidad: Los jugadores profesionales que llegan a debutar en primera división nacional, de inmediato se convierten en embajadores del barrio que los vio nacer. Son el ejemplo de superación y evocan un pequeño triunfo social en la vorágine de reveses que el sistema económico les da.
- Son paradigma social. Los jugadores que se consagran como profesionales se convierten en modelo a seguir de chicos y grandes. Son imitados por adolescentes en su forma de hablar, caminar, vestir o incluso de pensar.
- Son paradigma técnico. Del mismo modo que el punto anterior, el futbolista con sus demostraciones marca la pauta de cómo han de ser las técnicas y movimientos. Por ejemplo en el futbol se dice que Pelé es el antes y después de éste deporte en cuanto a técnica y destreza individual hasta que llegó Diego Maradona.
- Son vehículos de propaganda. Para nadie es novedad reconocer por ejemplo que el equipo cubano de boxeo, el de clavadistas chinos, las gimnastas rumanas o nadadores norteamericanos, se convirtieron en su momento en una parte vital del funcionamiento del aparato deportivo de estado en sus respectivos países. Son en suma, portadores del prestigio y hegemonía de un gobierno o sistema político frente a otros.
- Son campo de cultivo de los MMC. Los jugadores profesionales se consagran y dan a conocer sus proezas con el respaldo de los medios de comunicación. Los mismos medios explotan el buen momento de un atleta o una buena actuación poniéndola al servicio del sensacionalismo y la espectacularidad propias del deporte. Las proezas se hacen parte de la agenda, pero tienen caducidad.
- Son vanguardia tecnológica. Los deportistas profesionales dictan moda no solo en actitudes, creencias y visión del mundo, también tienen a su servicio toda la maquinaria tecnológica del momento. Los guardametas son un escaparate de tecnología en guantes o swueters. Los nadadores con sus sofisticados trajes mitad hombre mitad ciencia.
- Son el puente entre un producto y el consumidor final. El jugador profesional se hace el medio idóneo para hacer publicidad. Se difunden tintes para el pelo, bebidas o indumentarias deportivas con el respaldo de un atleta. Los patrocinios a atletas profesionales dejan jugosas ganancias a los anunciantes.
- Son metáforas para la eternidad. El atleta no podría perdurar en la memoria de los fanáticos sin un sobrenombre que lo lleve hasta la eternidad. Probablemente hay cientos o miles de personas con el nombre “Luis Hernández” pero sólo uno será recordado como “matador”. También existen comparaciones a las proezas de los deportistas con animales como el golfista tiger Woods, el portero gato Marín etc.