LOS ANTIFUNDAMENTOS QUE TODOS CONOCEN PERO NADIE HABLA DE ELLOS

Durante los partidos vemos con frecuencia que los entrenadores o auxiliares realizan distintas anotaciones que sirven como guía para la charla de entretiempo. Estas notas técnicas componen la llamada bitácora de juego y tienen tres propósitos fundamentales:
A corto plazo, refuerzan las acciones correctas ejecutadas o describen actitudes equivocadas que no permiten el progreso del equipo. A mediano plazo, sirven para corregir errores o prevenir conductas para el próximo partido y conforman una base de datos útil para la toma de decisiones. A largo plazo, se usan como apoyo para decidir la contratación de nuevos jugadores o la promoción de elementos de la cantera en puestos que a juicio del Director Técnico, no se cumplen las expectativas.

Estas notas técnicas antes de estar basadas en el estilo, la táctica o el esquema del estratega, se escriben de acuerdo a ciertos parámetros “universales” que se aprenden en fuerzas básicas y frecuentemente son recordados en el ámbito profesional. Algunos entrenadores enlistan en una columna los fallos y en otra los aciertos a nivel colectivo, hay otros quienes ya tienen formatos preestablecidos. Otros más realizan junto con sus auxiliares un breve análisis estadístico por puesto ( a cada jugador).

En esta ocasión vamos a hablar de aquellas actitudes equivocadas individuales, que no permiten el progreso colectivo, en un partido de futbol. Se pueden considerar como las principales causas y efectos que llevan a un equipo a perder un encuentro. Son anti-fundamentos que desencadenan derrotas, conflictos internos e incluso la dimisión del entrenador. Algunos pertenecen al renglón físico, táctico y técnico, pero también existen las predisposicionales o de actitud.
¿Cuándo las debilidades se imponen a las fortalezas?

Frecuentemente se escuchan las cosas buenas que hace el jugador, a pesar de que se reconoce que la mayoría de los goles son resultado de la combinación entre el acierto y el error. Entonces ¿de qué clase de errores hablan los especialistas?. Estos son los principales parámetros que evalúan los entrenadores. En algunos casos señalamos el origen del problema y en otros se ofrece una breve solución.

ANTIFUNDAMENTOS OFENSIVOS.
Todo pierde: Algunos jugadores en su afán por hacer bien las cosas, muestran cierta ansiedad que se traduce negativamente en su desempeño. En niveles inferiores o procesos de observación de prospectos, este factor es más frecuente, muchas veces por la falta de entendimiento colectivo.
Deficiente técnica individual en general: En este punto más que la ansiedad es la falta de recursos técnicos del jugador. En profesionales se nota en situaciones bajo presión por ejemplo para triangular, para proteger el balón o para salir desde atrás tocándolo. Otras veces se traduce en precipitación a la hora de la definición. T
Muestra incapacidad al salir jugando: el miedo escénico, la falta de costumbre, las políticas de terror de algunos entrenadores que conllevan a un temor desmedido a cometer errores, la falta de comunicación dentro del terreno de juego, incluso la falta de apoyo de los mismos compañeros, son factores que influyen en el desempeño del jugador.
Frecuentemente equivoca pases o confunde cuándo salir jugando o cuando romper: Existen dos clases de jugadores propensos a cometer esta clase de error; Los apodados “cremosos” (quienes en su afán de lucimiento intentan conducir y amagar en zonas comprometidas o de alto riesgo para el equipo) y los “troncos” (que por su falta de técnica siempre deciden desprenderse del balón mediante un fuerte balonazo sin rumbo e intención o sin levantar la vista).
No sigue su pase después de tocarlo: Existen mediocampistas que cuando mandan un pase (tanto en amplitud como en profundidad), en vez de que hagan un desplazamiento en diagonal, pasen por la espalda o penetren sin balón buscando la pared, se quedan estáticos, reduciéndole las opciones al receptor. Es fundamental hacer “figuras geométricas” en la cancha (rombos, cuadrados, triángulos etc) apoyando al poseedor del balón atrás, de frente y a los costados de él.
No juega a la espalda del adversario y por tanto ni se bota ni se sabe desmarcar: Frecuentemente el delantero “se conforma” y acepta el sometimiento del zaguero, sin mostrar movilidad. El atacante debe saber escondérsele al defensa colocándose a su espalda para de ahí mostrarse (botarse) al compañero. A este movimiento comúnmente se denomina “jugar con el último hombre”.
No sale por su pase: Es común en los jugadores novatos que esperen a que el balón llegue a ellos, en vez de que salgan en búsqueda de su destino. Tal error a la ofensiva provoca múltiples anticipaciones. Dejar botar el balón es prácticamente un suicidio y sin embargo aún en profesionales se nota con frecuencia.
No se repone de las faltas cometidas a él:Frecuentemente encontramos futbolistas que después de una fuerte entrada del contrincante modifican su desempeño y disminuyen su rendimiento (lo cual hasta cierto punto es normal, pues se desconocen las intenciones del defensa). Se dan casos de jugadores que después de viejas lesiones, jamás pudieron volver a jugar igual o reponerse anímicamente del episodio.
No termina las jugadas en opción de gol: Todo balón recuperado debe concebirse como el inicio de un ataque. Ya sea un tiro a puerta de media distancia, un tiro de esquina o un remate resultante de un centro. Esporádicamente recuperar el balón se convierte en un recurso que obstaculiza las intenciones del rival, siempre por medio de la posesión del esférico.
No hace cambios de juego ni de ritmo, apoyándose atrás: Es común (sobretodo en los llanos o en las prácticas infantiles) creer que la única forma de llegada al marco rival es frontalmente. La pequeña gran diferencia entre un jugador “de escuela” y uno “improvisado” son éstos dos factores.
No sabe crearse ni ocupar espacios: A menudo se confunde “crearse un hueco para salir jugando o tirar a gol” con crearse un espacio sin balón (desmarcándose). Muchos jugadores hacen bien lo primero, pero no lo segundo. También existen jugadores sin la apropiada capacidad de lectura del partido que frecuentemente desaprovechan espacios generados por sus compañeros. Este problema no siempre es físico o táctico, sino predisposicional.
No tira a gol como acostumbra: Como se señaló en el punto anterior, son diversos los factores que influyen en un cambio de conducta dentro de la cancha, que van más allá de la condición física. Lo que en el medio se conoce como “una mal día”.
No remata los servicios estando sin marca: Es común encontrar en delanteros “sin madera” que éstos deleguen su responsabilidad goleadora a otros compañeros. Algunos elementos (sobre todo los defensores) prefieren pasar el esférico y evitar la rechifla del público, el reclamo del entrenador o la desaprobación de sus compañeros.
Desperdicia oportunidades de claro peligro: La falta de técnica individual, la poca ambición, el desconocimiento del puesto, (en el caso de jugadores adolescentes, el rápido desarrollo corporal), el malestar con el entrenador y los factores extra cancha, son las principales causas para desperdiciar una oportunidad inmejorable. Opuestamente al jugador que se deslinda de la responsabilidad aparece aquel que “se quiere comer todas las manzanas” pensando más en él que en el beneficio colectivo.

ANTIFUNDAMENTOS DEFENSIVOS.
Regala y rompe balones fáciles: En las prácticas juveniles frecuentemente se escucha a los entrenadores pedir a sus pupilos que “jueguen con más idea”, lo cual significa saber decidir rápido y eficientemente el mejor recurso defensivo o el mejor destino ofensivo (de preferencia con sentido común, en forma práctica o con cierta dosis de sorpresivo talento). Se debe jugar bajo la máxima “si posee el balón inicie un ataque”.
No marca por dentro: En el jugador es fundamental saber colocarse para marcar a su adversario. La mejor forma es ubicarse perfilado y atrás de él, para no perder de vista sus movimientos y estar preparado para anticiparse. Sin embargo esto no siempre sucede, ya que frecuentemente observamos futbolistas que pierden la marca o “les ganan la espalda” y corren detrás del adversario.
Marca siempre de la misma forma: El futbolista debe emplear todas las formas posibles de marcaje (siempre por dentro), tales como la anticipación, la presencial, la personal o persecutoria, zonal presionada, etc.
Teniendo al rival de espalda al marco, le permite voltear con balón controlado: En el futbol esto es un suicidio, ya que permite al contrincante enfilarse, lavantar la vista o apoyarse.
No hace coberturas y estorba a su portero: Muchos jugadores (quizás por temor) no resguardan la portería cuando ésta es abandonada por su arquero. Inclusive en las salidas por alto en vez de protegerlo con su físico, se evaden o le estorban.
Todo le anticipan: Es frecuente en jugadores “hechos a la antigua” donde carecer de movilidad, saber desmarcarse, saber voltearse con el balón o recibir de frente era menos importante que en el futbol actual. Hoy en día, hasta jugadores en edad escolar reconocen la importancia de hacer o evitar la anticipación. Incluso ofensivamente, existen delanteros que no hacen nada por evitar ser anticipados
No se solidariza en las coberturas de puestos ni con el esfuerzo de sus compañeros: A pesar de todas las transformaciones que ha tenido el futbol en los últimos tiempos, aún podemos encontrar jugadores que desean que todo gire en torno a ellos (egocéntricos). Tanto profesionales como prospectos, muchas veces subestiman la importancia de las coberturas y los recorridos defensivos, que son los puntos finos a corregir en una inmensa cantidad de goles recibidos. “Si no se posee el balón recupérelo”.
Comete demasiadas faltas inútiles: Este es uno de los principales anti – fundamentos cuyo origen es variado. La inseguridad por estar en una posición desconocida, el nerviosismo muchas veces provocado por los mismos compañeros, venir de una pretemporada excedida en el trabajo de fuerza, “engancharse” con los insultos del contrincante o simplemente la falta de nivel, son las principales causas.
No se repone de las faltas reiteradas cometidas por él: Existen defensas que parecen indicarle al árbitro “expúlsame”, cometiendo faules una y otra vez. Algunos jugadores que cometen alguna falta que pone en riesgo el futuro profesional del adversario llegan a traumatizarse más (o igual) que el mismo lesionado. Desgraciadamente eso no siempre sucede y aún continuamos viendo en las canchas jugadores que parece que disfrutan más golpeando y dañando al colega que ganando partidos.
No retarda la acción ofensiva: Se regala o entrega en el mano a mano: Sobretodo en los elementos novatos es común verlos llegar a intentar quitarle el balón a su contrincante intempestivamente. Se carece del manejo de la velocidad de aproximación y el apropiado uso de los perfiles. El error más común es tratar de recuperar de frente y sin detenerse (debe pararse al menos un metro antes de llegar a su oponente y perfilado).
Habilita al adversario: Algunos jugadores muestran resistencia (incluso terquedad) o incomodidad cuando se trata de respetar cierto recurso dispuesto por el entrenador. Uno de ellos es el manejo de la línea (mejor conocido como jugar al off side). Este movimiento requiere entendimiento y precisión, pero sobretodo disposición para aplicarlo según lo planteado con anterioridad.
Pretende dejar en fuera de juego al conductor de balón cuando el balón está en los pies del rival: Usar el arma del fuera de juego como sistema más que como recurso ocasiona errores de esta índole. Se dan casos de jugadores (que ante su ausencia de conocimientos sobre el reglamento) piden posición fuera de juego al adversario que ejecuta un autopase.

ANTIFUNDAMENTOS MIXTOS (OFENSIVOS Y DEFENSIVOS)
Asume conductas timoratas y miedosas por su fragilidad: Con frecuencia vemos jugadores que miden los alcances del adversario por su corpulencia física y estatura. Sobre todo los futbolistas novatos sienten que el riesgo de ser lesionados es mayor y prefieren no asumir riesgos a desprenderse de balón lo más pronto posible. El jugador denota cierto sentimiento de impotencia o desesperanza sobre todo si ya han tenido una lesión de gravedad o lo han visto en un compañero de equipo cercano anímicamente a ellos.
Muestra fatiga o cansancio mental: Los problemas extra cancha (familiares, económicos, sentimentales etc.) o la inadecuada planeación del trabajo físico conllevan a la fatiga o stress. Muchas veces esta conducta es notoria sólo en algunos jugadores e incluso puede desencadenar problemas de salud más serios, sino se atiende a tiempo.
Juega caminando o es lento en su reacción: en este caso también son múltiples los factores. Una disminución de la condición física (resistencia), animadversión con el entrenador (o con su plan de juego), distracción por factores extra cancha, etc.
No maneja un buen juego aéreo. Muchas veces su origen se encuentra en el inapropiado desarrollo de la coordinación motriz. Desde el punto de vista físico se relaciona con un mal entrenamiento de la potencia en miembros inferiores que lleva como resultado una inadecuada técnica de impulso – salto.
Falto de ritmo: Los futbolistas que provienen de otro equipo, de una ciudad con mayor o menor altitud, de un país con otro uso horario, de otra liga o sistema de competencia, se ven afectados o tardan (unos más que otros) en adaptarse física y tácticamente al equipo. Se ha demostrado que incluso algunos jugadores que son cambiados de su posición tradicional, también muestran falta de ritmo.
Juega su partido: sin idea, sin lectura de juego: Existen futbolistas que mal interpretan los conceptos de libertad y autodeterminación. El resultado es un equipo fragmentado y un jugador confundido. Un jugador que no tiene paciencia con el esférico, se deshace rápidamente de él mandando pases comprometidos, divididos o sin intención.
Sin disciplina táctica: Existen jugadores que no sólo desobedecen o alteran el planteamiento inicial, sino que también persuaden al compañero para que intercambie posición con él o para hacer grupo y estar en contra de la estrategia del entrenador 8es más común de lo imaginado).
No coopera en provocar acciones de superioridad numérica: Es común encontrar jugadores que temen abandonar su zona, sobre estiman la presencia del adversario en su área de acción y peor aún, subestiman la importancia del arribo ofensivo como el principal elemento para el apoyo. En el renglón defensivo se cae constantemente en el error de no orientarse al balón.
Muestra desubicación: Jugar en posiciones distintas a las habituales, la presión del marcador, la exigencia interna y desde luego la baja forma física, provoca desubicación en el futbolista (que se traduce en espacios para el rival).
Juega monótonamente: no cambia de ritmo. Es cierto que cada futbolista posee su propio estilo de juego, sin embargo aún con todas las fortalezas y debilidades que se tengan el factor sorpresa es imprescindible.
No se orienta con el balón ni a su portería. Entre el balón y el adversario no coloca su cuerpo. Algunos jóvenes futbolistas desconocen que muchas veces su principal aportación al juego son sus movimientos sin balón. Los recorridos (a lo ancho y largo del terreno) y sus componentes (cobertura - marcaje y apoyo – traslado) van estar siempre determinados por una adecuada orientación al balón.
No es capaz de improvisar: demasiado monótono y sin sorpresa. Frecuentemente son los entrenadores quienes limitan o inhiben la improvisación del jugador. Pero otras veces es el propio jugador quien se “robotiza” y no hace más que “lo que dice el manual”. Es bueno mecanizar respuestas ante ciertas jugadas, lo que se critica es la ausencia de sorpresa y de feeling para su aplicación.
No se comunica durante el juego: Existen jugadores (incluso porteros) que en ningún momento interactúan con sus compañeros (no hablan, no ubican, no previenen al compañero, etc.). El uso del lenguaje hablado o de otro tipo de recursos no verbales (señas, gestos, miradas, etc) son indispensables en el desarrollo del juego.
Se detiene “pensando” que el arbitro lo ordenó: La desatención e incluso la deshonestidad del adversario, llegan a provocar esta clase de fallas. Por ejemplo detenerse cuando se duda si el balón abandonó o no el campo.
Es deshonesto en la aplicación del reglamento: En todas las competencias existen los denominados “costales de mañas” Esta clase de jugadores siempre desaprueban las decisiones arbitrales, juegan al filo del reglamento y encienden los ánimos (a favor o en contra) del aficionado. Siempre han existido los futbolistas que gozan más engañando al árbitro (o al rival) que incluso obteniendo una anotación.
Juega sin visión periférica. La capacidad de observar al mismo tiempo dos objetos o puntos de focalización se le conoce como visión periférica o visión multilateral. En el futbol sirve para no perder de vista al rival o la portería, cuando al mismo tiempo se observa el balón o viceversa. Hay futbolistas que se “desconectan” del entorno y ello los hace parecer descuidados o desconcentrados.
No le preocupa el marcador y algunas veces el mismo juego. Hay jugadores que ganando, empatando o perdiendo no cambian su forma de juego. Parecen ser futbolistas insensibles o despreocupados por la urgencia o ansiedad de sus compañeros. No es que esta clase de jugadores actúen paciente y sabiamente sobre la cancha, sino más bien desinteresados e indiferentes a las ambiciones del grupo a la historia de su equipo.
Se aísla pegándose a una banda. La mejor forma de no responsabilizarse es no teniendo contacto con el balón. Con frecuencia los jugadores se colocan a un costado de la cancha y así se deslindan del accionar del juego. Desgraciadamente hay entrenadores que aún con ello, no los retira del cotejo pues espera “una chispa de talento” que muchas veces no apararece.
Sólo juega bien cuando va perdiendo o cuando va ganando. Existen jugadores que no mantienen regularidad en los campeonatos y parecen ser de “contentillo” o de marcador. Es común que los futbolistas jóvenes no sepan manejar sus emociones y ante una derrota parcial se desanimen en exceso o ante una victoria parcial se desborden de alegría. Esta clase de jugadores parecen más aficionados que futbolistas. Aquí la comunicación del entrenador es vital, ya que hay elementos que reaccionan positivamente frente a la llamada de atención y otros que se terminan por hundir cuando les levantan la voz o se les corrige.
No ensaya o pone en práctica lo hecho en entrenamientos. omite el planteamiento. Existen algunos jugadores que durante los entrenamientos acatan y ponen en práctica lo solicitado por el entrenador, pero que durante la competencia oficial no lo hacen (muchas veces por desconfianza en si mismos, por falta de voluntad, por considerar el momento inoportuno o simplemente porque saben que “el entrenador no juega” y sólo propone pero no dispone.
Se desespera y por ello no rinde. Las presiones extra cancha y la falta de experiencia pueden provocar desesperación y disminución del rendimiento. Pero también la inadecuada canalización del stress provoca ansiedad, inseguridad, impotencia y desesperación. La mayoría de los jugadores se atemorizan cuando escuchan la palabra “fracaso”. Igualmente la mayoría se motiva al escuchar hablar sobre la “necesidad del éxito”.
Se muestra muy cansado o sin ambición. Independientemente de la condición física, existen factores anímicos que influyen en el desempeño del jugador tales como problemas familiares, económicos o con algún componente del equipo. Debe ponerse especial atención cuando aparece insomnio, inapetencia, distracción o episodios no presentados antes de introversión o ensimismamiento.
Sólo ganas, pero sin causar daño: Algunos jugadores “dejan en el vestidor” las indicaciones y por tanto confian salir adelante solamente con la automotivación. Muchas veces el resultado es contrario al esperado.
Se burla y menosprecia al rival: Aunque las condiciones futbolísticas sean diferentes o nuestro nivel deportivo sea muy superior, un buen jugador debe actuar competitiva y caballerosamente con sus contrincantes. Desgraciadamente continuamos observando jugadores que “encienden” a las tribunas con esa clase de manifestaciones.